Esta imagen va cambiando, a veces más, a veces menos.
Te levantas cansada y al mirarte en el espejo, esas ojeras no te dejan ver más allá. No consigues acordarte de la felicidad que aportas a los demás, ni mucho menos verte con sus ojos.
Y sin embargo, un sábado te levantas feliz: han terminado los exámenes, eres libre y quieres salir de fiesta, te apetece bailar, y no necesitas ligar para gustarte. Arreglarte y dar lo mejor de tí no es algo difícil de conseguir.
No obstante, la mayoría de los días te ves simplemente como eres: alguien normal, ciudadano del mundo que lucha por superar las adversidades.
Hasta que un revés lo modifica todo... o eso intenta. Alguien que necesita que le creas, alguien que ve en tí cosas que no crees que existan... y poco a poco, mientras todo avanza, te las va explicando y sacas fuerzas de donde no las hay para demostrar que puedes conseguir lo que esta persona ve.
Te dice que eres guapa y utilizas tu mejor maquillaje... las técnicas que mejor te sientan...
Te dice que eres sexy, o que tienes un bonito cuerpo; y ahí vas, con tu ropa más ajustada o escotada...
Te dice que hueles bien, sin ninguna colonia, y aún así utilizas el perfume más caro...
Todo para demostrarte a tí misma que puede tener parte de razón, que hay en tí lo que esa persona ve. Y no te has dado cuenta de que has enmascarado lo que realmente eres, lo que realmente vale la pena. No forma parte de tí ese maquillaje, ni la ropa, ni los perfumes.
Tú eres tú, con tu sonrisa absurda al despertarte, con tus pelos alborotados, y el pijama por dentro de los calcetines.
Tú, la que se ríe a destiempo, la que no entiende cómo los trenes van tan rápido o cómo un hombre puede ser más guapo con camisa... cómo esa camisa siempre le gustará más en tí... aunque sea la peor camisa de cuadros de la historia.
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Puede que un día, cuando el tiempo haya pasado, te veas a tí misma, o recuerdes estas palabras, o las encuentres, olvidadas en un viejo cuaderno del trastero. Y recordarás sus palabras y algunas más sobre lo bonito que era darse cuenta de que ibas a llorar por el tono encarnado de tu nariz, o lo divertido que podía ser que tus mejillas se sonrojaran al oir una vulgaridad.
Y sigues sin darte cuenta. Te has convertido poco a poco en Ella. La persona que los demás veían y tú no encontrabas. Esa que no necesita un escote para sentirse mujer, esa que acude sin maquillaje a cualquier evento, y no por ello se menosprecia.
Espero que desde el futuro, un día leas estas palabras, y te acuerdes de esas personas que tanto te apoyaron, esas que vieron la fortaleza que te faltaba entonces.
Empieza a creer en ti. Las personas que te conocen te quieren y te adoran y te ven como realmente eres pero es fundamental que tú te quieras a ti misma. Una vez una amiga me dijo... "Quiero que la gente me mire como si no fuera a olvidarme" Eso es posible si tú te quieres, si confías en ti y vas segura y con la cabeza bien alta. No hace falta ser la mejor en algo, ni ser perfecta. Solo ser tú misma. Ánimo Mentsu, siempre contigo.
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