Ayer me acosté, algo baja de ánimos.
Hoy me he levantado, recordando lo de ayer.
Y te recuerdo a ti, con tus ojos marrones,
con tus manos suaves,
con tus sentimientos a flor de piel.
Agradezco cada segundo que has estado a mi lado,
cada segundo que me has abrazado,
aunque entre nuestros cuerpos aún hubiera espacio.
Agradezco cada vez que has visto las lágrimas que me tragaba,
que las enjugaras y me sonrieras
y me hicieras ver lo bueno de cada mala situación.
Me he creído poca cosa a tu lado,
he creído no hacerte bien
y te he necesitado
y no te he pedido ayuda,
por no hacer más mal que bien.
He podido crecer a tu lado
ver lo que nadie ve
y ayudarte antes de que llegues a caer.
Nos hacemos fuertes,
somos fuertes,
estando juntas.
Porque nos ayudamos mutuamente,
porque ante la debilidad,
sacamos nuestra fuerza.
Por ti, por ser una musa, un ángel, una amistad.
Por ti, por estar cuando nadie sabía que tenía que estar.
Por ti, por ser tú.
lunes, 30 de enero de 2012
miércoles, 25 de enero de 2012
Un respiro para mi corazón
Puede ser porque llevo todo el día escuchando canciones de amor.
Puede ser porque el tiempo pasa, y cambia, y yo con él.
Puede ser que últimamente estoy aprendiendo mucho,
Y de quien menos me lo espero.
Me gustaría poder demostrar hasta qué punto me considero una persona «anormal», en el sentido íntegro de la palabra, en la parte que se refiere a que no soy normal, a que soy diferente.
Me da miedo demostrar mis sentimientos, dejarlos libres par que cualquiera se pueda aprovechar de ellos, y ver la debilidad que muchos creen inexistente en mí.
Lloro. Aunque poca gente lo sepa. Lloro de noche, y lloro a oscuras, cuando nadie puede verme. Paso horas, escondida bajo las mantas, luchando por calmar mis nervios, por tratar de encontrar el motivo de mis lágrimas. Cuando consigo encontrarlo lloro aún más. Lloro por sentirme sola, aunque sé que mucha gente me acompaña; lloro por heridas del pasado, esas que ya nadie lamenta, esas que, aquel que las recuerda, cree que ya están cerradas.
Lloro por la compañía perdida, o por aquellas amigas que demostraron no querer serlo. Lloro por sentirme débil.
Me endurezco y me crezco cuando me miras. Me hago mayor y me quiero, cubro los defectos que veo en mí, para que tú no puedas verlos. Antes me cabreaba con el mundo, ahora me cabreo conmigo misma por haber caído en tus trampas. Soy débil, me hundo.
Y me recupero y sigo adelante, no quiero que me veas caer.
Paso del llanto a la risa en un segundo, porque cuando lloro y me ven, la gente se preocupa. Prefiero ocuparme de ti, así mis problemas parecen menos. Me ocupo de ti, de tus líos, de tus alumnos, de tus novios, de tu familia, de tus trabajos, de tus estudios y tus sueños, de todo aquello que pueda ocurrir. Me ocupo de hablarte, y tranquilizarte, me entretengo leyendo, y me olvido de mí.
El mundo es más fácil así.
Me gusta salir a la calle, y respirar el aire helado. Odio el frío, pero al menos me ayuda a no pensar. Me gusta ver el cielo azul, y los árboles verdes, me gusta ver que mis plantas crecen, algunas más de lo normal. Me gusta cuidar de ellas, y demostrarles que estoy ahí, igual que estoy para ti.
Puede que seas solo uno, pero yo veo en ti mil caras. Puede que creas que eres una persona, yo veo el mundo que me rodea.
Olvido facetas de mi, cosas que me gustaba hacer. Como que me gusta ir de compras, o al menos a pasearme por un centro comercial. Sola. Saber que puedo tomar las riendas de mi vida, y entender que no necesito a nadie para hacerlo. Saber que tengo antojo de gominolas, y no hay nadie para decirme que no puedo, o que no debo. Hincharme con un helado, y que la gente me mire porque piensa que estoy sola en el mundo… Ineptos.
Comprar lo que quiero, lo que necesito, lo que me apetece, o simplemente lo que me da la gana. Aquello que nadie aprobaría, como unos pantalones de leopardo, u otro par de botas.
Puede que pronto vuelva a hacerlo.
Y no es que ir sola me divierta más, es una libertad diferente. Ir contigo siempre me gustó, tu sonrisa, esa manera de perderte, de encontrarme, de ayudarme a elegir, la crítica en el momento justo, con la sensibilidad que te caracteriza… ¿Volvemos a repetir? Aun lo tenemos pendiente, y lo echo de menos.
Olvido que me gustan los tatuajes, que me gusta el sentimiento de nerviosismo que me da saber que van a herirme de ese modo… Asustarme al no saber si dolerá demasiado o si tardará mucho en terminar. Y la mezcla de dolor, placer, diversión y nervios que me da esa aguja tan pequeña. Me gustan los resultados, me gusta escoger el dibujo, escoger el sitio, imaginar el resultado, y tras todo, verlo por fin realizado.
Siempre maquino nuevos tatuajes… aunque no me vea capaz de tenerlos, aunque no sea capaz de hacérmelos, de imaginarme con ellos. Aunque simplemente sean absurdos.
Me pinto las uñas de colores, es algo que me gusta. Luego me veo rara, y durante días me miro las uñas, hasta que me las tengo que quitar, me las vuelvo a pintar, y vuelta a empezar. Me gusta tenerlas largas, y cortas, nunca rotas, me molesta mordérmelas, y aun así los nervios por verte me ganan. Me gustan mis manos, a veces las veo demasiado largas, pero me parecen bonitas, y estilizadas. Hay quien nunca valorará algo así. Qué pena.
Hoy me levanto, y no tengo ganas de salir. Me visto con lo primero que pillo, a mi ritmo, a mi moda, cómo quiero. No pienso seguir tu estúpida moda. Conjunto las cosas cómo me parece bien, y no suele encajar con tu forma de verlo… sinceramente, me siento cómoda así. Sorprendo vistiendo cómo quiero, y hasta a veces acierto con lo que quieres ver… Qué más da.
Y sin embargo, me he maquillado, porque me he visto un poco más guapa que ayer… Y solo un par de pinceladas, cuatro chorradas, un poco de verde en el ojo, un poco de rojo en el labio, discreta pero mona… Y con el pelo no hago nada, porque no me da la gana. Y con mis pintas salgo a la calle, contenta con mi aspecto, porque refleja cómo me siento… Solo tienes que leerlo.
Ya llegará otro día, en el que me querré vestir mejor, plantarme unos tacones de escándalo, una minifalda, y dejar a todos boquiabiertos, pero ese día no es hoy. Mañana saldré a comerme el mundo. Será un buen día… eso quiero creer, ya veremos cómo acaba.
Me echo colonia… Y eso que mi olor te dice más de mí. Da igual, soy así. No es una máscara, es que me gusta cambiar, que te pierdas por el camino, y te lo tengas que currar. Puede que sea más difícil, pero no para ti.
Leo libros de vampiros. En el metro, en el bus, en la calle mientras vuelvo, o mientras voy. Me siento identificada con la prota, o con su amiga o con su hermana, me siento mal con ella, y me escondo en su personalidad, me mimetizo, y me hago fuerte de nuevo. Pobrecita… al menos no existe de verdad.
Leo libros absurdos, libros que mi entorno nunca conocerá, libros que la gente normal no suele leer; de adolescentes, de drogadictos, leo biblias de otros mundos, y se me abre la mente y entiendo cada vez más cosas, me siento capaz para aceptar cada vez más formas de vida. No es bueno estar encerrado en un mundo donde todo está marcado. Donde tu y yo, somos dos, que al unirnos debamos comprarnos una casa, tener dos hijos, la parejita, y comprarnos un coche; tener un perro y llamarlo puchi; salir los domingos con las bicicletas e ir a la playa en vacaciones.
Hay más formas de verlo: que tú y yo, nunca seremos solo dos, porque están tus amigos, y los míos, tu familia y la mía, el universo que nos rodea… nunca seremos solo dos. Y aun así, es divertido pensar que el mundo es ajeno a lo que hacemos, a lo que tenemos y a lo que creamos. Es más profundo, más personal, más nuestro. Inventamos secretos que nadie más sabrá para poder sentir que el otro está más cerca de nuestra realidad.
¿Cuánto se tarda en conocer a una persona? Al menos la superficie… Puede que trate años, pero realmente nunca acabaré de conocerte, eso lo sé. Me gustaría intentarlo… ¿me dejas? Quiero entrar en tu corriente, que me admitas en ella, que me dejes llegar a los rincones de tu mente. Puede que algún día, sin querer, me dé cuenta de que has entrado en la mía. Puede que mi locura se contagie, o al menos mi risa; y entiendas lo que nadie entiende. Que estoy aquí para la gente, aunque a veces me duela, aunque me hagan daño, o se vayan cuando los necesito.
Me hago la fuerte (sí, sé que ya lo he dicho). Me hago la fuerte ante los demás, y me creo autosuficiente, pero esa no es mi realidad. Ni de broma. Te necesito a mi lado, para apoyarme cuando no sé cuál es el siguiente paso, para que me levantes si me caigo, o por lo menos para que mis lágrimas no existan solo en la oscuridad.
Decoro mi habitación. Me gusta cómo queda, y con tus mariposas puedo soñar, que no existen cuatro paredes que me puedan retener; y me rodeo de mis queridas plantas (gracias al cielo por esta herencia), porque me hacen ver que hago bien, aunque a veces no pueda verlo, pues ellas florecen, crecen y son bonitas.
Camino por el mundo, y veo distintos lugares, y me voy acordando de ti: un banco de un parque (inolvidable aunque doloroso), el césped de un parque, aunque puede que no fuera ese parque, el muro donde nos sentamos a charlar, o la parada donde nos moríamos de frío, el camino de hormigas que te llevarán a mí, y la sonrisa se pinta en mi cara.
Puede que no lo hayas entendido, pero esta entrada va para ti, por estar ahí, por hacerme ser feliz, por sacarme una sonrisa, cuando siento que no puedo reir.
Para que entiendas un poco más de mi.
Gracias
Puede ser porque el tiempo pasa, y cambia, y yo con él.
Puede ser que últimamente estoy aprendiendo mucho,
Y de quien menos me lo espero.
Me gustaría poder demostrar hasta qué punto me considero una persona «anormal», en el sentido íntegro de la palabra, en la parte que se refiere a que no soy normal, a que soy diferente.
Me da miedo demostrar mis sentimientos, dejarlos libres par que cualquiera se pueda aprovechar de ellos, y ver la debilidad que muchos creen inexistente en mí.
Lloro. Aunque poca gente lo sepa. Lloro de noche, y lloro a oscuras, cuando nadie puede verme. Paso horas, escondida bajo las mantas, luchando por calmar mis nervios, por tratar de encontrar el motivo de mis lágrimas. Cuando consigo encontrarlo lloro aún más. Lloro por sentirme sola, aunque sé que mucha gente me acompaña; lloro por heridas del pasado, esas que ya nadie lamenta, esas que, aquel que las recuerda, cree que ya están cerradas.
Lloro por la compañía perdida, o por aquellas amigas que demostraron no querer serlo. Lloro por sentirme débil.
Me endurezco y me crezco cuando me miras. Me hago mayor y me quiero, cubro los defectos que veo en mí, para que tú no puedas verlos. Antes me cabreaba con el mundo, ahora me cabreo conmigo misma por haber caído en tus trampas. Soy débil, me hundo.
Y me recupero y sigo adelante, no quiero que me veas caer.
Paso del llanto a la risa en un segundo, porque cuando lloro y me ven, la gente se preocupa. Prefiero ocuparme de ti, así mis problemas parecen menos. Me ocupo de ti, de tus líos, de tus alumnos, de tus novios, de tu familia, de tus trabajos, de tus estudios y tus sueños, de todo aquello que pueda ocurrir. Me ocupo de hablarte, y tranquilizarte, me entretengo leyendo, y me olvido de mí.
El mundo es más fácil así.
Me gusta salir a la calle, y respirar el aire helado. Odio el frío, pero al menos me ayuda a no pensar. Me gusta ver el cielo azul, y los árboles verdes, me gusta ver que mis plantas crecen, algunas más de lo normal. Me gusta cuidar de ellas, y demostrarles que estoy ahí, igual que estoy para ti.
Puede que seas solo uno, pero yo veo en ti mil caras. Puede que creas que eres una persona, yo veo el mundo que me rodea.
Olvido facetas de mi, cosas que me gustaba hacer. Como que me gusta ir de compras, o al menos a pasearme por un centro comercial. Sola. Saber que puedo tomar las riendas de mi vida, y entender que no necesito a nadie para hacerlo. Saber que tengo antojo de gominolas, y no hay nadie para decirme que no puedo, o que no debo. Hincharme con un helado, y que la gente me mire porque piensa que estoy sola en el mundo… Ineptos.
Comprar lo que quiero, lo que necesito, lo que me apetece, o simplemente lo que me da la gana. Aquello que nadie aprobaría, como unos pantalones de leopardo, u otro par de botas.
Puede que pronto vuelva a hacerlo.
Y no es que ir sola me divierta más, es una libertad diferente. Ir contigo siempre me gustó, tu sonrisa, esa manera de perderte, de encontrarme, de ayudarme a elegir, la crítica en el momento justo, con la sensibilidad que te caracteriza… ¿Volvemos a repetir? Aun lo tenemos pendiente, y lo echo de menos.
Olvido que me gustan los tatuajes, que me gusta el sentimiento de nerviosismo que me da saber que van a herirme de ese modo… Asustarme al no saber si dolerá demasiado o si tardará mucho en terminar. Y la mezcla de dolor, placer, diversión y nervios que me da esa aguja tan pequeña. Me gustan los resultados, me gusta escoger el dibujo, escoger el sitio, imaginar el resultado, y tras todo, verlo por fin realizado.
Siempre maquino nuevos tatuajes… aunque no me vea capaz de tenerlos, aunque no sea capaz de hacérmelos, de imaginarme con ellos. Aunque simplemente sean absurdos.
Me pinto las uñas de colores, es algo que me gusta. Luego me veo rara, y durante días me miro las uñas, hasta que me las tengo que quitar, me las vuelvo a pintar, y vuelta a empezar. Me gusta tenerlas largas, y cortas, nunca rotas, me molesta mordérmelas, y aun así los nervios por verte me ganan. Me gustan mis manos, a veces las veo demasiado largas, pero me parecen bonitas, y estilizadas. Hay quien nunca valorará algo así. Qué pena.
Hoy me levanto, y no tengo ganas de salir. Me visto con lo primero que pillo, a mi ritmo, a mi moda, cómo quiero. No pienso seguir tu estúpida moda. Conjunto las cosas cómo me parece bien, y no suele encajar con tu forma de verlo… sinceramente, me siento cómoda así. Sorprendo vistiendo cómo quiero, y hasta a veces acierto con lo que quieres ver… Qué más da.
Y sin embargo, me he maquillado, porque me he visto un poco más guapa que ayer… Y solo un par de pinceladas, cuatro chorradas, un poco de verde en el ojo, un poco de rojo en el labio, discreta pero mona… Y con el pelo no hago nada, porque no me da la gana. Y con mis pintas salgo a la calle, contenta con mi aspecto, porque refleja cómo me siento… Solo tienes que leerlo.
Ya llegará otro día, en el que me querré vestir mejor, plantarme unos tacones de escándalo, una minifalda, y dejar a todos boquiabiertos, pero ese día no es hoy. Mañana saldré a comerme el mundo. Será un buen día… eso quiero creer, ya veremos cómo acaba.
Me echo colonia… Y eso que mi olor te dice más de mí. Da igual, soy así. No es una máscara, es que me gusta cambiar, que te pierdas por el camino, y te lo tengas que currar. Puede que sea más difícil, pero no para ti.
Leo libros de vampiros. En el metro, en el bus, en la calle mientras vuelvo, o mientras voy. Me siento identificada con la prota, o con su amiga o con su hermana, me siento mal con ella, y me escondo en su personalidad, me mimetizo, y me hago fuerte de nuevo. Pobrecita… al menos no existe de verdad.
Leo libros absurdos, libros que mi entorno nunca conocerá, libros que la gente normal no suele leer; de adolescentes, de drogadictos, leo biblias de otros mundos, y se me abre la mente y entiendo cada vez más cosas, me siento capaz para aceptar cada vez más formas de vida. No es bueno estar encerrado en un mundo donde todo está marcado. Donde tu y yo, somos dos, que al unirnos debamos comprarnos una casa, tener dos hijos, la parejita, y comprarnos un coche; tener un perro y llamarlo puchi; salir los domingos con las bicicletas e ir a la playa en vacaciones.
Hay más formas de verlo: que tú y yo, nunca seremos solo dos, porque están tus amigos, y los míos, tu familia y la mía, el universo que nos rodea… nunca seremos solo dos. Y aun así, es divertido pensar que el mundo es ajeno a lo que hacemos, a lo que tenemos y a lo que creamos. Es más profundo, más personal, más nuestro. Inventamos secretos que nadie más sabrá para poder sentir que el otro está más cerca de nuestra realidad.
¿Cuánto se tarda en conocer a una persona? Al menos la superficie… Puede que trate años, pero realmente nunca acabaré de conocerte, eso lo sé. Me gustaría intentarlo… ¿me dejas? Quiero entrar en tu corriente, que me admitas en ella, que me dejes llegar a los rincones de tu mente. Puede que algún día, sin querer, me dé cuenta de que has entrado en la mía. Puede que mi locura se contagie, o al menos mi risa; y entiendas lo que nadie entiende. Que estoy aquí para la gente, aunque a veces me duela, aunque me hagan daño, o se vayan cuando los necesito.
Me hago la fuerte (sí, sé que ya lo he dicho). Me hago la fuerte ante los demás, y me creo autosuficiente, pero esa no es mi realidad. Ni de broma. Te necesito a mi lado, para apoyarme cuando no sé cuál es el siguiente paso, para que me levantes si me caigo, o por lo menos para que mis lágrimas no existan solo en la oscuridad.
Decoro mi habitación. Me gusta cómo queda, y con tus mariposas puedo soñar, que no existen cuatro paredes que me puedan retener; y me rodeo de mis queridas plantas (gracias al cielo por esta herencia), porque me hacen ver que hago bien, aunque a veces no pueda verlo, pues ellas florecen, crecen y son bonitas.
Camino por el mundo, y veo distintos lugares, y me voy acordando de ti: un banco de un parque (inolvidable aunque doloroso), el césped de un parque, aunque puede que no fuera ese parque, el muro donde nos sentamos a charlar, o la parada donde nos moríamos de frío, el camino de hormigas que te llevarán a mí, y la sonrisa se pinta en mi cara.
Puede que no lo hayas entendido, pero esta entrada va para ti, por estar ahí, por hacerme ser feliz, por sacarme una sonrisa, cuando siento que no puedo reir.
Para que entiendas un poco más de mi.
Gracias
domingo, 22 de enero de 2012
Creatividad y piropos a medianoche
Cada uno tiene en su cabeza una imagen del mundo, del vecino del tercero e incluso de uno mismo.
Esta imagen va cambiando, a veces más, a veces menos.
Te levantas cansada y al mirarte en el espejo, esas ojeras no te dejan ver más allá. No consigues acordarte de la felicidad que aportas a los demás, ni mucho menos verte con sus ojos.
Y sin embargo, un sábado te levantas feliz: han terminado los exámenes, eres libre y quieres salir de fiesta, te apetece bailar, y no necesitas ligar para gustarte. Arreglarte y dar lo mejor de tí no es algo difícil de conseguir.
No obstante, la mayoría de los días te ves simplemente como eres: alguien normal, ciudadano del mundo que lucha por superar las adversidades.
Hasta que un revés lo modifica todo... o eso intenta. Alguien que necesita que le creas, alguien que ve en tí cosas que no crees que existan... y poco a poco, mientras todo avanza, te las va explicando y sacas fuerzas de donde no las hay para demostrar que puedes conseguir lo que esta persona ve.
Te dice que eres guapa y utilizas tu mejor maquillaje... las técnicas que mejor te sientan...
Te dice que eres sexy, o que tienes un bonito cuerpo; y ahí vas, con tu ropa más ajustada o escotada...
Te dice que hueles bien, sin ninguna colonia, y aún así utilizas el perfume más caro...
Todo para demostrarte a tí misma que puede tener parte de razón, que hay en tí lo que esa persona ve. Y no te has dado cuenta de que has enmascarado lo que realmente eres, lo que realmente vale la pena. No forma parte de tí ese maquillaje, ni la ropa, ni los perfumes.
Tú eres tú, con tu sonrisa absurda al despertarte, con tus pelos alborotados, y el pijama por dentro de los calcetines.
Tú, la que se ríe a destiempo, la que no entiende cómo los trenes van tan rápido o cómo un hombre puede ser más guapo con camisa... cómo esa camisa siempre le gustará más en tí... aunque sea la peor camisa de cuadros de la historia.
Puede que un día, cuando el tiempo haya pasado, te veas a tí misma, o recuerdes estas palabras, o las encuentres, olvidadas en un viejo cuaderno del trastero. Y recordarás sus palabras y algunas más sobre lo bonito que era darse cuenta de que ibas a llorar por el tono encarnado de tu nariz, o lo divertido que podía ser que tus mejillas se sonrojaran al oir una vulgaridad.
Y sigues sin darte cuenta. Te has convertido poco a poco en Ella. La persona que los demás veían y tú no encontrabas. Esa que no necesita un escote para sentirse mujer, esa que acude sin maquillaje a cualquier evento, y no por ello se menosprecia.
Espero que desde el futuro, un día leas estas palabras, y te acuerdes de esas personas que tanto te apoyaron, esas que vieron la fortaleza que te faltaba entonces.
Esta imagen va cambiando, a veces más, a veces menos.
Te levantas cansada y al mirarte en el espejo, esas ojeras no te dejan ver más allá. No consigues acordarte de la felicidad que aportas a los demás, ni mucho menos verte con sus ojos.
Y sin embargo, un sábado te levantas feliz: han terminado los exámenes, eres libre y quieres salir de fiesta, te apetece bailar, y no necesitas ligar para gustarte. Arreglarte y dar lo mejor de tí no es algo difícil de conseguir.
No obstante, la mayoría de los días te ves simplemente como eres: alguien normal, ciudadano del mundo que lucha por superar las adversidades.
Hasta que un revés lo modifica todo... o eso intenta. Alguien que necesita que le creas, alguien que ve en tí cosas que no crees que existan... y poco a poco, mientras todo avanza, te las va explicando y sacas fuerzas de donde no las hay para demostrar que puedes conseguir lo que esta persona ve.
Te dice que eres guapa y utilizas tu mejor maquillaje... las técnicas que mejor te sientan...
Te dice que eres sexy, o que tienes un bonito cuerpo; y ahí vas, con tu ropa más ajustada o escotada...
Te dice que hueles bien, sin ninguna colonia, y aún así utilizas el perfume más caro...
Todo para demostrarte a tí misma que puede tener parte de razón, que hay en tí lo que esa persona ve. Y no te has dado cuenta de que has enmascarado lo que realmente eres, lo que realmente vale la pena. No forma parte de tí ese maquillaje, ni la ropa, ni los perfumes.
Tú eres tú, con tu sonrisa absurda al despertarte, con tus pelos alborotados, y el pijama por dentro de los calcetines.
Tú, la que se ríe a destiempo, la que no entiende cómo los trenes van tan rápido o cómo un hombre puede ser más guapo con camisa... cómo esa camisa siempre le gustará más en tí... aunque sea la peor camisa de cuadros de la historia.
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Puede que un día, cuando el tiempo haya pasado, te veas a tí misma, o recuerdes estas palabras, o las encuentres, olvidadas en un viejo cuaderno del trastero. Y recordarás sus palabras y algunas más sobre lo bonito que era darse cuenta de que ibas a llorar por el tono encarnado de tu nariz, o lo divertido que podía ser que tus mejillas se sonrojaran al oir una vulgaridad.
Y sigues sin darte cuenta. Te has convertido poco a poco en Ella. La persona que los demás veían y tú no encontrabas. Esa que no necesita un escote para sentirse mujer, esa que acude sin maquillaje a cualquier evento, y no por ello se menosprecia.
Espero que desde el futuro, un día leas estas palabras, y te acuerdes de esas personas que tanto te apoyaron, esas que vieron la fortaleza que te faltaba entonces.
20-01-12 Lo prometido es deuda
Y para que ningún fan blogero se queje, comenzaré dando una muestra de mi creatividad realzada:
"Ya han pasado cuatro años, y aún te veo cómo ayer. Sigues siendo como entonces, sigues gustándome como entonces, solo que ahora sí sé cómo demostrártelo; ahora sé que te quiero junto a mí. Ahora he entendido que puedes formar parte de mí, dejándome algunas marcas algunas veces... pero siempre merece la pena.
Cuatro años ya. parece que fue ayer cuando nos encontramos en aquel centro comercial, y supimos que serías para mí. Y desde entonces nunca nos hemos separado del todo; ibas y venías de mi mente, mis pies ansiaban volver a tí. Puede que no lo supieras, que no lo imaginaras, pero me ha gustado volver. Ver cómo te sigues adaptando a mí, con tanta facilidad.. tanta comodidad.
Siempre has entendido a dónde iban mis pasos, apoyándome en mi camino, sujetándome y sobre todo, no dejándome caer... siempre en el último minuto.
Te agradezco que tras haber pasado por tanto sigas siendo parte de mi realidad, un enlace a mi vida anterior, siempre tan familiar. Trataré de que no nos volvamos a separar.
"Ya han pasado cuatro años, y aún te veo cómo ayer. Sigues siendo como entonces, sigues gustándome como entonces, solo que ahora sí sé cómo demostrártelo; ahora sé que te quiero junto a mí. Ahora he entendido que puedes formar parte de mí, dejándome algunas marcas algunas veces... pero siempre merece la pena.
Cuatro años ya. parece que fue ayer cuando nos encontramos en aquel centro comercial, y supimos que serías para mí. Y desde entonces nunca nos hemos separado del todo; ibas y venías de mi mente, mis pies ansiaban volver a tí. Puede que no lo supieras, que no lo imaginaras, pero me ha gustado volver. Ver cómo te sigues adaptando a mí, con tanta facilidad.. tanta comodidad.
Siempre has entendido a dónde iban mis pasos, apoyándome en mi camino, sujetándome y sobre todo, no dejándome caer... siempre en el último minuto.
Te agradezco que tras haber pasado por tanto sigas siendo parte de mi realidad, un enlace a mi vida anterior, siempre tan familiar. Trataré de que no nos volvamos a separar.
A mis botas, con amor...
Mentsu Yu
Declaración de intenciones
¡Hola lector de blogs!
Bueno, pues he decidido comenzar este blog, comentando la idea que tengo sobre lo que quiero hacer aqui, y cómo quiero transmitirlo.
En principio va a ser un diario, aunque no necesariamente escribiré todos los días.
Bueno, pues he decidido comenzar este blog, comentando la idea que tengo sobre lo que quiero hacer aqui, y cómo quiero transmitirlo.
En principio va a ser un diario, aunque no necesariamente escribiré todos los días.
Trataré de contar mis hazañas,
de un modo ameno y gracioso, a la
vez que enigmático.
Me gusta mucho la poesía y la
prosa, y me ha dado un ataque de creatividad últimamente,
que creo digno de compartir con el mundo.
Así que espero que os guste, y
ya sabeis, podeis comentar tanto como querais.
Besitos y abrazos (xoxo)
PD: Recordad que soy
primeriza, y puede que se me vaya un poco la olla. Gracias
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